lunes, 19 de septiembre de 2011

La calle, el mejor escenario del mundo


 por Eduardo Bonces

Ellos hacían contorsiones por entre las cosas, se ubicaban en los árboles, en los postes, en medio de las personas, asumían posiciones increíbles. Escalaban los postes y las vigas. Eran actores vestidos de colores, cada uno de una raza diferente. Cuando se encontraban hacían figuras con sus cuerpos, imposibles para cualquiera que no estuviera preparado. Expectante, una masa de personas los seguía con la vista. De un momento a otro los actores se integraron el público, empezaron a integrarlos al espectáculo, a utilizar las piernas de los espectadores como punto de apoyo. Por los parlantes ubicados frente a la torre del reloj comenzó a sonar la música, los actores se movían con la melodía y escogieron a cinco personas del público con los que también bailaron mientras el resto de los espectadores miraban atónitos. Era la obra del colectivo Da Motus Con Tatto, Uno de los grupos que participó en el VIII festival internacional de teatro callejero “Al Aire Puro”.

Este fue el ambiente del festival donde participaron siete compañías internacionales, 14 nacionales; se presentaron 24 obras, se realizaron más de 60 funciones y fueron congregados un total de 300 actores. Este festival fue organizado por el Teatro Taller de Colombia con el apoyo de la Secretaría de Cultura Recreación y Deporte y de la Universidad Javeriana. Se llevó a cabo desde el 26 hasta el 28 de agosto en el Parque Nacional y en los centros comerciales portal 80, BIMA, Santa Ana, el Tintal y las bibliotecas públicas Virgilio Barco y la Biblioteca El Tunal.

Según el director del Teatro Taller de Colombia y organizador del evento, Jorge Vargas, “El festival nace a través de nuestra iniciativa hace 16 años, buscando un espacio de integración de experiencia de todos los grupos del mundo, a través de talleres, charlas y encuentros y reflexiones sobre cómo se hace el teatro callejero en Colombia, en China, en el barrio Bosa, en cualquier parte del país y del mundo.”

En este festival participaron hombres y mujeres de todas las nacionalidades, Mexicanos Holandeses, Dominicanos, Italianos, Daneses, todos con un solo objetivo, hacer teatro y teatro de calle. Durante tres días Bogotá se transformó en un sólo escenario donde el teatro se tomó las calles. De las esquinas salían locos, bailarines y zanqueros con algo que decir.

Pero no todo aquello que se hace en la calle es teatro, el teatro retrata la historia de un personaje, cada espectáculo se prepara con meticulosidad para impactar al público. Según Cesar Badillo, actor de cine y quien también trabaja en el teatro la candelaria, “el teatro es una experiencia que de alguna manera le puede cambiar la vida al espectador, es algo muy fuerte que se produce en el interior de cada persona. Una cosa de malabares puede que lo logre pero es muy difícil, eso sería más diversión, espectacularidad y divertimento, pero no se podría llamar teatro”. Sin embargo, para Patricia Ariza directora del teatro Seki Sano: quien se para en las calles también sabe, pero no narra una historia, expresa una habilidad, por ejemplo la habilidad de hacer malabares o de montar en monociclo o de tragar fuego..

El teatro muestra la fragilidad del ser humano, le permite al espectador reírse de situaciones desconocidas, lo acerca a otro en el que se ve reflejado. En la calle la vida se hace teatro y el teatro vida ¿qué mejor para vivir que actuar en una obra? Una particularidad del teatro callejero es que no lo hacen sólo los actores, el público también participa. Fue el caso de Juliana Ángel, Violeta Mora y Jennifer Alejandra Rodríguez, todas asistentes a los diferentes espectáculos y que terminaron actuando, bailando y riendo, como personajes protagónicos de las diferentes obras.

“La integración con el público es una de las diferencias más grandes que ofrece el teatro de calle frente al teatro de “jaula”, porque en la calle el contacto con el público es más intenso. Para nosotros es una cosa que debe ser así.” Según afirmó Goro de Luviana, Eslovenia, quién es el director de la compañía Ana Monro.

El teatro callejero no sólo dejó risas y entretenimiento, también demostró que las calles de Bogotá se pueden convertir en el mejor escenario del mundo, donde cualquiera puede ser el protagonista de una obra.

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