jueves, 20 de octubre de 2011

Mitos y realidades de la donación de órganos

Por Catalina Sánchez Montoya

¿Ha pensado que, tal vez, a causa de una enfermedad crónica o un accidente pueda necesitar un trasplante de órganos? ¿Se ha detenido a reflexionar sobre cómo tendría que inscribirse en una larga lista de espera en la que podría durar los últimos años de su vida sin obtener siquiera un donante óptimo debido a que no hay suficientes personas dispuestas a realizar este tipo de actos de humanidad? ¿Ha reenviado por correo electrónico alguna de esas cadenas en las que se habla de alguien a quien lo drogaron en un bar o en la calle y al otro día amaneció sin los riñones o algún otro órgano?

Si usted nunca ha reflexionado seriamente al respecto y si ha enviado, sin tener el conocimiento suficiente, dichas cadenas electrónicas falsas, entonces probablemente no tiene aún la conciencia necesaria sobre la donación de órganos, un acto vital en todas las sociedades del mundo pero que en Colombia, según cifras, aún está lejos de convertirse en parte de la cultura ciudadana.

De acuerdo al Instituto Nacional de Salud, actualmente existen en el país alrededor de mil personas esperando por un trasplante renal, 100 esperando uno de corazón y 50 de hígado o páncreas. Sin embargo, el número de trasplantes registrados hasta la fecha en este año no supera los 450, lo que resulta un poco alarmante para los médicos, las instituciones de salud y desde luego para los enfermos, quienes pueden morir mientras aguardan por un donante. “Hay que tener en cuenta que los pacientes con falla renal severa pueden sobrevivir mucho tiempo gracias a otros tratamientos como la diálisis, aunque con una calidad de vida muy pobre. Pero los pacientes que necesiten un corazón, hígado o páncreas, verdaderamente no tienen mucho tiempo para esperar y aproximadamente el 30% de éstos muere mientras está en lista de espera”, dijo el cirujano de trasplantes Jorge Rodríguez.

Y aunque en Colombia existan alrededor de 20 entidades que se encargan de los trasplantes y de la asistencia integral a pacientes con enfermedades crónicas de órganos y a pesar que desde el punto de vista médico se evidencien múltiples avances quirúrgicos y científicos, aún se percibe mucha incertidumbre en torno al tema de la donación. Lo anterior sin mencionar los mitos que rondan la cabeza de los ciudadanos, imposibilitándolos muchas veces de tomar una decisión más humana.

Mitos Vs. Realidad

Los mitos urbanos lo único que logran es hacerle mucho
daño a personas cuyas vidas realmente penden de un hilo y
todos coinciden en que hay que erradicar esas falsas ideas que
únicamente conllevan a la inseguridad, la incertidumbre y la
reticencia a donar.
Para Alejandro Niño, director ejecutivo de la Asociación Colombiana de Trasplantes, los mitos podrían ser parte de los aspectos que contribuyen a que las personas tengan sus dudas acerca de donar los órganos de un ser querido o de expresar en vida si quiere ser donante o no.

Existen muchos mitos que rondan la donación de un órgano. Por ejemplo, es mentira que el cadáver se deforme a la hora de extraerle el órgano, pues incluso en los casos en los que se quita la córnea, se pone una prótesis para que estéticamente quede bien. Tampoco es cierto que la familia del donante tenga que pagar por el órgano pues de acuerdo a la legislación en Colombia está prohibido cualquier tipo de intercambio monetario por un órgano. Y ese cuento de que me secuestran en la calle, me drogan y amanezco en un hotel en una tina llena de hielo y en el espejo dice que me han quitado los riñones, hace parte de la fantasía de la gente. Lo anterior es particularmente imposible porque para ser donante y receptor tienen que haberse realizado una serie de pruebas pre trasplante en las que se define la compatibilidad sanguínea, el peso, la contextura y muchas otras cosas más.

El cirujano Rodríguez coincide con el doctor Niño en que ese mito que llega a las bandejas de entrada de los correos electrónicos, hablando sobre la persona que amaneció en un hotel sin algún órgano es completamente falso y añade que, “no es sólo que en términos de compatibilidad y procedimiento médico sea imposible, es que el órgano tiene un período máximo de vida y de no cumplirse con los tiempos establecidos, pues se perdería. Por ejemplo un riñón podría aguantar hasta 20 horas, pero entre más se demore en trasplantar el órgano más disfuncional será en el otro cuerpo. Y eso ni hablar del corazón o el hígado que en menos de 8 horas tienen que estar en el cuerpo del trasplantado.

Por otro lado, la idea de que las personas adineradas tienen el privilegio de avanzar rápidamente en la lista de espera y ser los primeros en recibir un órgano, no es más que otra mentira. Fernando Girón, director científico de la Asociación Colombiana de Trasplantes asegura que no hay motivos para pensar eso. “El manejo de las listas de espera para el trasplante de órganos está a cargo del gobierno nacional quien es el que se ocupa, a través del Instituto Nacional de Salud y las Regionales de trasplantes, de hacer la distribución de los órganos ajustados a unos criterios técnico-científicos nacionales avalados por el Ministerio de la Protección Social.” A lo anterior, Rodríguez añade que “no es que yo sea el número 100 en la lista de espera. Es que de acuerdo al donante que salga se busca el receptor que sea más compatible.

Ante el mito de que la familia doliente debe pagar por acceder a que se le extraigan órganos al cuerpo del ser querido por los procedimientos quirúrgicos realizados, los expertos coinciden una vez más en que es completamente falso. De hecho, se supone que es el receptor quien cubre con los gastos, pero Rodríguez especifica que “los receptores, de todas maneras, el 99% están afiliados a una EPS contributiva o subsidiada por lo que termina siendo la EPS la que cubre económicamente el procedimiento.”
En cuanto a los inexactos rumores que hablan sobre religión y donación, existen desde luego posiciones polarizadas. Pero al menos para los católicos, que son mayoría en Colombia, donar un órgano es un acto de caridad y afecto por el prójimo. Incluso el Papa Benedicto XVI ha declarado que “ser un donante de órganos es un acto libre de amor hacia alguien necesitado, hacia un hermano en dificultad”.

Realidad vs. Necesidad

En Colombia existen alrededor de mil personas
esperando por un trasplante renal, 100 esperando
uno de corazón y 50 por uno de hígado o páncreas.
Está claro que ante la evidente desinformación, propiciada por los numerosos mitos que opacan la donación de órganos, los colombianos no son lo suficientemente conscientes de la importancia que hay en torno a esta acción de caridad y humanismo. Para los cirujanos, estas leyendas urbanas lo único que logran es hacerle mucho daño a personas cuyas vidas realmente penden de un hilo y todos coinciden en que hay que erradicar esas falsas ideas que únicamente conllevan a la inseguridad, la incertidumbre y la reticencia a donar. “Sólo puedo decir que la gente no debe creer nada de eso. Cuando uno tiene más de mil personas que pueden estar esperando un órgano para poder vivir y cuando un familiar tiene muerte encefálica o algún otro tipo de muerte en donde no se hayan atrofiado los órganos, pues uno tiene dos opciones. O dona los órganos o uno deja que se entierre el cadáver y se pudra”, afirma Alejandro Niño.

Donar un órgano es la mejor y en muchas ocasiones la única alternativa de manejo para pacientes con enfermedades crónicas e irreversibles. Es una oportunidad de generar vida después de la vida. Es darle a un enfermo, que tiene familia y sueños como nosotros y que ya no tiene otras opciones de tratamiento, la oportunidad de sobrevivir” dijo Fernando Girón.

A César Augusto Perdomo, de 39 años le trasplantaron un riñón en la ciudad de Cali el primero de marzo de 2011. Y para él, quien estuvo en lista de espera durante cuatro años, la donación de un órgano es un acto de amor y fe. “En esta vida uno nunca sabe cuándo le va a suceder algo así. Yo era uno de los que pensaba que nunca me iba a enfermar ni mucho menos que iba a necesitar de una donación, pero me tocó y ahora mi mentalidad es diferente. Ahora sé que un solo donante salva hasta 55 vidas y comprendí que cuando uno muere, nada se lleva y el cuerpo simplemente se va a descomponer, entonces ¿Por qué no ayudar a otro que sí lo va a necesitar?

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